El español de Chile vs el español de Venezuela ¿existe una forma correcta de hablar español?


Es muy común escuchar de cualquier chileno la queja: "es que nosotros hacemos muy mal uso del español", es como si sus modismos fueran algo de lo cual deberían estar avergonzados o algo que está mal en su cultura.

Pareciera que el latinoamericano en general es bastante autocrítico, a veces hasta el punto de caer en el menosprecio de la cultura propia. Sin embargo, casi siempre hay una nota de orgullo cuando oyes a alguien hablar sobre el dialecto de su país o región. A veces hasta puede haber una pizca de reproche con el interlocutor si este tiene una relación entre significante y significado diferente a la que él maneja, es decir, que conoce la cosa por otro nombre, o la palabra usada tiene otro significado. El chileno no solo es que casi no tiene ese pequeño toque de reproche, sino que pareciera que se avergüenza de su forma de hablar.

Yo soy venezolana y en mi país también hay muchísimos modismos (Expresión fija, privativa de una lengua, cuyo significado no se deduce de las palabras que la forman) y vulgarismos (Dicho o frase especialmente usada por el vulgo) que nos identifican como parte de una misma cultura. No obstante, en Chile pareciera que no lo ven como algo identitario sino como una deficiencia del habla, por eso se me hizo imperativo realizar una reivindicación del español chileno.
Para lograrlo creo que lo principal es repasar algunos conceptos lingüísticos que se enfocan en estos fenómenos del habla. Principalmente tenemos la pragmática, que la RAE define como la “Disciplina que estudia el lenguaje en su relación con los hablantes, así como los enunciados que estos profieren y las diversas circunstancias que concurren en la comunicación”. En este sentido podemos entender que lo importante aquí no son las normas de la lengua, sino el cómo usamos dicha lengua en cada registro del habla, según la situación temporal, geográfica, sociocultural, etc. Por lo tanto, el uso de una lengua depende en gran medida de una cantidad de factores externos al acto comunicativo. No solo depende del mensaje que deseemos comunicar, sino que también importa el tono que le demos y el contexto en el que se da la comunicación. Por eso podemos diferenciar entre el significado connotativo (que se refiere a la intencionalidad del hablante) y el significado denotativo (que se enfoca en el significado literal de una palabra o frase).
Otro concepto que también debemos resaltar es el del lenguaje coloquial, ya que es en este registro del habla donde se llevan a cabo la mayor parte los modismo y vulgarismos de una lengua. Sobre este término la RAE nos indica que es aquel “Propio de una conversación informal y distendida”. Así que en este registro prima la espontaneidad y la fluidez por encima de la norma, y ya que es el registro más común puesto que lo usamos en todas nuestras relaciones interpersonales de confianza, quiero aventurarme a asegurar que en ningún registro importa realmente las normas del lenguaje, porque estas últimas no son más que meros inventarios que nos sirven de guía para poder comunicarnos mejor.

Aun así, es en el lenguaje coloquial en donde menos relevancia tiene el uso de las normas, ya que este registro del habla se da con personas que manejan las mismas palabras, los mismos significados y los mismos referentes que nosotros (culturales, históricos, sociales, etc.). Por eso es más fácil para mí hacerme entender con otros venezolanos que con gente de otro país, no porque ellos hablen mal o porque yo esté haciendo un uso equivocado del español, sino porque manejamos los mismos referentes. De este modo, la connotación que yo le de a una palabra o frase puede ser mejor comprendida por alguien que maneje referentes parecidos a los míos.
Aquí debo hacer un aparte, porque en este blog nos enfocamos en el uso hablado y escrito del español, sin embargo, la tecnología nos ha ofrecido nuevas formas de comunicarnos a través de imágenes (memes, gif o stickers). Y aquí también hay un claro ejemplo de la importancia que tiene manejar referentes comunes.
En estos stickers, el de la izquierda representa al Quijote, todos conocemos las locuras de este personaje, por lo que este sticker le agrega ironía a la conversación escrita de cualquier persona en el mundo hispanohablante. Por otro lado, el de la derecha es Rómulo Gallegos, un escritor venezolano autor de la novela Doña Bárbara en la que exploraba la barbarie de la naturaleza en contraposición con la rigidez y el orden de la civilización. Así pues, la comprensión de este sticker depende de la cercanía que tenga el receptor con la historia, si no la conoce tal vez no lo entienda; si conoce al autor y a su novela solo por el nombre, seguramente establecerá una relación más básica entre el nombre de la novela y el tema en cuestión; pero si leyó la novela entenderá la gravedad del mensaje ya que Rómulo Gallegos podría considerarse como un experto en materia de barbaridades.
Esto demuestra que el uso del lenguaje depende en gran medida de nuestros referentes, y debido a esto el lenguaje es una expresión cultural de cada sociedad del mundo.
Es lo mismo para el español de Chile, el hecho de que usen palabras que no existen en otras partes del mundo hace referencia a su historia, probablemente sean palabras de origen mapuche o de alguna otra etnia indígena. Y tampoco son los únicos que tienen palabras diferentes, ya que en toda Latinoamérica tuvimos nuestras etnias endémicas y heredamos de ellas parte de su cultura y su lenguaje. En Venezuela hasta los nombres de las personas tienden a ser de origen indígena (Yuruani, Yajaira, Guanipa, entre otros). Es tan marcada esta influencia que cuando intentamos copiar nombres de otros países, casi nunca se hace de manera literal sino que alteramos su grafía (Yeferson, Yhonatan, Brayan).

O el hecho de que no pronuncien “correctamente” algunas palabras, esto también es un fenómeno cultural que podría venir desde el uso del español en la propia España (que heredamos todos los latinoamericanos en formas diferentes), y no está mal su uso si se realiza a nivel coloquial.
Tal vez el descontento del chileno para con su uso de la lengua tenga alguna justificación en la pobreza léxica de la población, pero esto es algo que también se puede observar en el resto del mundo hispanoparlante. Lamentablemente, el grueso de nuestras poblaciones se encuentra en la clase media-baja, así que, estamos hablando de personas que no tienen acceso a tantos referentes, por lo que se les dificulta mucho más el uso y comprensión de su lenguaje.
Pero esto es un tema que tocaría más a la educación, porque no está mal usar modismos, lo que está mal es el no saber comunicarse de acuerdo al contexto en el que se habla. Allí es entonces donde debe intervenir la educación para ampliar el léxico de las personas y darles acceso a las herramientas de comunicación. No porque esté mal hablar de la manera en que lo hacen, sino para que se puedan comunicar efectivamente con la mayor cantidad de personas posibles, sin importar lo diversas que estas sean. Yo por mi parte, tengo el deber y el deseo de aprender los modismos chilenos para mejorar la comunicación con las personas que pertenecen a mi nueva realidad, porque cada individuo se debe adaptar a la realidad en que vive, para poderse interrelacionar con los demás.


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